Ainscow, Booth y Dyson definen la inclusión educativa como un proceso de análisis sistemático
de las culturas, las políticas y las prácticas escolares para tratar eliminar o
minimizar, a través de iniciativas sostenidas de mejora e innovación escolar,
las barreras de
distinto tipo que limitan la presencia, el aprendizaje y la participación
de alumnos y alumnas en la vida escolar de los centros donde son
escolarizados, con particular atención a aquellos más vulnerables.
Como
puede apreciarse, dicha definición hace referencia a tres variables relevantes
para la vida escolar de cualquier estudiante; la presencia,
la participación y el rendimiento.
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